Como en una instantánea de Polaroid en la que uno sale de casualidad, algunos microorganismos acuáticos pasaron flotando en el momento justo en que una gota de resina procedente de un árbol de la orilla, caía a las aguas del pantano. El organismo encontraba así la muerte con un embalsamamiento que lo dejaba intacto para la ciencia, para la posteridad.
Hasta ahora se pensaba que el ámbar se formaba en la tierra, y los científicos buscaban una explicación plausible para los insectos y protozoos encontrados atrapados en este elemento. Los estudios de científicos de la Universidad de Florida y del Museo de Historia Natural de Berlín, han permitido determinar que el ámbar también puede formarse por las sustancias resinosas exudadas por las coníferas de los bordes de los pantanos.
Este descubrimiento, en apariencia obvio, ofrece valiosísima información sobre los ecosistemas pantanosos prehistóricos, quizá llegando hasta el Jurásico, y permiten reproducir las formas de vida existentes en los mismos, así como su evolución. Igual que el mosquito de Jurassic Park, pero en la mismísima vida real.