En una ocasión vino a visitarme mi amigo Sean desde Irlanda. Estuvo parando en mi casa alrededor de un mes; entretanto, yo entraba y salía, ocupada con mis quehaceres. Una de las veces que volví a casa le encontré frente al televisor, llorando a moco tendido. Estaba viendo una corrida de toros, y no podía comprender el ensañamiento inútil contra ese animal tan noble y valiente.
Ayer me ha sucedido lo mismo; Mario ha entrado en casa, venía empapado de correr. Se ha acercado a mí por detrás para besarme y ha encontrado mis mejillas húmedas. Al notarlo, me ha girado la cara suavemente. Yo no podía apartar la vista de la televisión. Un hombre de espaldas navegaba por el río Amazonas. Su embarcación, una especie de canoa, cortaba las aguas del río; o lo que debían haber sido las aguas, ya que en la superficie se veían sólo toneladas de peces muertos.
Un río de peces panza arriba, la mayor sequía en el Amazonas desde hace 50 años, gente aislada sin comida ni agua, y yo no podía parar de llorar, no comprendía el ensañamiento inútil contra este planeta tan noble y valiente.