Anda que no. Hace un mes, iba hecho un Adán a todas partes… ¡con tal de no pasar por el trago de meterme en esa bañera infernal! Que uno está ágil, pero no tanto como para andar subiendo las patas hasta esa altura, sólo para poder asearse…
Pensé que tenía que hacer algo, y en ese momento mi nuera me trajo un anuncio que había visto en el periódico. Era de una empresa que cambiaba la bañera por una ducha, y según decía, lo hacían en un día y sin obras. «Eso lo veremos», pensé para mis adentros.
Así que llamé y oye, amabilísimos. Vinieron a casa a tomar medidas y a que eligiera todos los materiales. Otro día vinieron por la mañana y cuando se fueron por la tarde ya tenía yo mi ducha nuevecita. Con plato de ducha a ras del suelo y antideslizante, para no resbalarme. ¡Ya veis, desde que voy hecho un pincel me las llevo de calle!