Dice mi nieta que ese es el nombre de una serie de televisión en la que se bailaba. A mí también me entran ganas de bailar cuando llega la hora de irme a la ducha. Desde que cambie mi bañera por un plato de ducha, soy como un crío: ¡no hay quien me haga salir de ella!
A causa de la artrosis, cada día puedo moverme un poquito menos. Ni que decir tiene que subir la pierna a la altura de la bañera para entrar en ella, era como un ejercicio de contorsionismo. En los últimos tiempos, un verdadero suplicio. Después me decidí a poner un plato de ducha, antideslizante y sobre todo a ras del suelo. Le dan al plato de ducha un tratamiento especial, está hecho en un material que evita los resbalones. Y después lo encastran en el suelo.
Así que ahora para entrar en mi ducha sólo tengo que dar un paso. Como si quiero arrastrar los pies. ¿Es o no es un paso adelante?