Constancia, constancia y constancia. Ese es el truco de belleza más infalible que existe, ya se trate de mantener los músculos tonificados o la piel impecable. Y, ya que el principal tratamiento para la piel es la limpieza, podemos aprovechar la ducha diaria para introducir este pequeño pero eficaz gesto en nuestra rutina.
A la hora de cuidar la piel, es básico limpiar, tonificar, hidratar y exfoliar. Todo ello podemos hacerlo bajo la ducha. Podemos hacerlo como forma de terminar la ducha, después de enjuagarnos y antes de salir. Limpiamos la piel de la cara y el cuello con un jabón neutro -pH 5.5- o rico en hidratantes, tipo Dove, y una esponjilla facial.
Si hay que exfoliar -una vez por semana es suficiente-, este es el momento de hacerlo, con un exfoliante suave. Una vez nos hayamos enjuagado la cara con agua fría para cerrar los poros, aplicamos uno de esos tónicos en forma de bruma. Por ejemplo, el de Agua Termal de Avène para pieles sensibles. Y, ya fuera de la ducha, una vez nos hayamos secado bien con una toalla limpia, aplicamos la hidratante. ¿Quién necesita un salón de belleza teniendo ducha en casa?