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Mi hija Andrea no vive conmigo, desde que se casó vive con su marido y sus dos hijos, Mario y Carolina.
Faltaría más. Con 82 años, puede que mis piernas ya no me respondan como antes, pero la dignidad la sigo teniendo intacta. No se me malinterprete; la familia sólo pretende ayudar, porque me quieren.
Estas manos que aquí veis han cuidado a cinco hijos y a nueve nietos. Han planchado, cocinado, cambiado pañales y acariciado las cabezas de todos los miembros de la familia.
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Al principio, a mí también me pareció un poco «fuerte». Pensaba que las llamadas duchas adaptadas eran exclusivamente para personas discapacitadas, para la tercera edad, etc.