Al llegar a casa después de una operación, muchos pacientes se enfrentan a una duda que, en el momento del alta, no se acordaron de preguntar a sus médicos: ‘¿Qué se hace con la herida? ¿Cómo se cura?’. La sencilla respuesta la da ahora una revisión de 11 ensayos clínicos sobre el tema: el agua del grifo es la mejor opción.
Tanto para evitar infecciones como para acelerar el proceso curativo de las heridas producidas por una cirugía, basta simplemente con lavarlas con agua del grifo, concluye el trabajo, que se publica en ‘The Cochrane Library’. La recomendación sirve no sólo para los pacientes sino también para los profesionales sanitarios que trabajan en los hospitales.
Después de mucho debate al respecto, los ensayos analizados, que incluyen una población con edades comprendidas entre los dos y los 95 años, permiten a los autores afirmar que «no hay ninguna evidencia que demuestre que la utilización de agua del grifo para tratar las heridas en adultos aumente el riesgo de infección, como se temía hace unos años. Es más, algunos trabajos evidencian lo contrario, que reducen dicho riesgo».
En ausencia de agua potable, la revisión recoge que el agua helada o hervida, así como el agua destilada, también podrían ser alternativas útiles y mejores que otros métodos. Eso sí, los autores advierten que esta medida no debe aplicarse en aquellos países con problemas constantes de suministro de agua.
Durante años, médicos y laboratorios han recomendado distintos agentes limpiadores con propiedades antisépticas para tratar estas heridas. La solución salina es el producto más utilizado, ya que al ser una solución isotónica no interfiere con el proceso normal de cicatrización, no daña el tejido ni provoca alergias. Sin embargo, el agua del grifo parece tener la misma eficacia que estos productos y, además, es más barata y más accesible.