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Nos acercamos a toda velocidad a una de las más inquietantes crisis, una vez más ligadas al agua. Los caladeros mundiales han comenzado a dar muestras evidentes de agotamiento. Las capturas no aumentan, sino todo lo contrario. La productividad de los océanos, que se consideró literalmente ilimitada, no da abasto para satisfacer la demanda mundial de productos pesqueros. Algo que se intenta paliar con la proliferación de la acuicultura. Cada día, en efecto, resultan más frecuentes las piscifactorías y las instalaciones situadas en costas como éstas, del litoral murciano, en España. Lamentablemente buena parte de los logros de este sistema se basa en mermar todavía más las poblaciones de peces, pues las especies valiosas destinadas a la alimentación humana son casi siempre predadoras. Es más, estas instalaciones conllevan indeseables procesos de contaminación. Como siempre, lo más barato y eficaz hubiera sido respetar la capacidad de renovación de la propia Naturaleza.