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Si al abrir el grifo supiera con exactitud la temperatura con la que debería graduar el agua o cómo obtener la presión justa para acariciar y, al mismo tiempo, masajear la piel, se regalaría cada mañana un extra de bienestar físico. Quizá la ducha se convertiría -más aún- en un acto indispensable. Eso es lo que debió pensar una empresa británica que se dedica a fabricar duchas cuando decidió ponerse en manos de un equipo científico para intentar fabricar la ducha perfecta.
Para un encargo tan singular, nada como recurrir a una empresa también muy peculiar: Mindlab International, una firma creada por investigadores, expertos en medir y analizar las respuestas humanas. «No importa lo fugaces que sean esas respuestas ni bajo qué condiciones se hagan», reza el lema de la compañía.
El neurofisiólogo David Lewis es quien ha obtenido la fórmula matemática que define la ducha perfecta. En ella se incluyen siete elementos esenciales, algunos tan lógicos como la temperatura del agua, el tiempo que se dedica a estar bajo la ducha, la fuerza con la que llegan las gotas a la piel o el entorno en el que se produce. Todos estos ingredientes se probaron en un millar de adultos británicos durante la investigación.
Beneficios
En opinión de Lewis, lograr que la ducha se convierta en una experiencia no es una cuestión banal: «Ofrece beneficios psicológicos y variando la temperatura del agua y la presión con la que sale se puede estimular o lograr un efecto relax».
En esa sensación de placer desempeñan un papel destacado las endorfinas, conocidas también como hormonas de la felicidad. Con la ducha se liberan en el organismo y se logra potenciar la sensación de bienestar y humor, algo que los romanos ya ejercitaban en sus baños con la ‘salute per aqua’.
La ducha añade un extra de beneficio al generar iones negativos que también tienen un efecto positivo en el humor y en la reducción del estrés.