Exactamente, 55 dólares. Eso es lo que costaba hace un par de años una botella de agua marca Bling, recubierta con cristales de Svarovsky, en el café Via Genova en Nueva York. Ahora no hay que irse tan lejos, ya que la mayoría de restaurantes de lujo ofrecen carta de aguas, una moda importada de Estados Unidos y Alemania. Algunas de ellas son apreciadas por sus características, aunque en muchos casos se paga por el diseño. Dicen que Tom Cruise, Cameron Díaz o Jennifer Aniston son asiduos bebedores de Fiji Water, procedente de las islas del mismo nombre y entre cuyas propiedades se encuentra una elevada concentración de silicio, de efectos beneficiosos para el pelo y la piel. El caso de Enselham es distinto, agua procedente de un manantial inglés cuya particularidad reside en el envase, diseñado por la misma casa que diseña las botellas de perfumes Chanel. A 12 euros la botella. Algo menos sólo 10– cuesta una botella de Cloud Juice (zumo de nubes), que contiene 9.750 gotas de agua pura de lluvia de Tasmania (Australia). ¿Qué pensarán los habitantes de esta región australiana, que sólo tienen que abrir la boca cuando llueve para probar esta exquisitez? Estamos locos