Todo el mundo conoce el poder curativo del agua, pero ¿qué base médica tiene esta creencia generalizada? Las indudables propiedades terapéuticas de la hidroterapia ya eran conocidas en el mundo antiguo, y el mismísimo Hipócrates, padre de la medicina moderna, utilizaba las propiedades químicas, mecánicas y térmicas del agua para tratar numerosas dolencias.
El agua fría era usada para tratar enfermedades de las articulaciones -ya que observó que un cuerpo en flotación «libera» a las articulaciones del peso corporal, por lo que era más sencillo realizar movilizaciones pasivas de las mismas-, procesos inflamatorios -ayudado por el efecto térmico del agua fría- o contracturas musculares.
En lo que podemos considerar el origen de la talasoterapia, Hipócrates aplicaba agua de mar para tratar las erupciones cutáneas, heridas leves o llagas no infectadas. Y el agua caliente, de la que observó que debilitaba o ablandaba la musculatura y propiciaba las hemorragias (efecto vasodilatador), para tratar los espasmos musculares, insomnio o como analgésico para paliar determinados dolores.
A partir de Hipócrates, surgieron disciplinas como la hidroterapia -tratamiento por inmersión en agua-, la crenoterapia -tratamiento con aguas minero medicinales- y la talasoterapia -terapias con agua de mar-.