Cuando vivía mi Mariano, estas cosas las decidíamos juntos. Yo le consultaba y, aunque siempre discutiendo, acabábamos llegando a un acuerdo. Ahora mi Mariano ya no está, y yo estoy ya vieja para seguir arriesgándome cada día el pellejo al entrar en la bañera. Así que, aunque «Sultán» se oponga (se ha puesto a ladrar como un loco cuando se lo he planteado), voy a cambiar la bañera por un plato de ducha.
Ya lo he estado mirando. He elegido un plato de ducha antideslizante, me lo ponen a ras del suelo, encastrado, y así no tengo que subir ningún desnivel para entrar, que no estoy para muchos trotes. Ya aprovecho y voy a cambiar la cerámica de la ducha y a poner otra mucho más moderna y alegre.
¡Estoy ilusionadísima! Vienen el martes que viene, y dicen que el mismo martes por la tarde me lo dejan terminado. ¡Menuda ducha calentita me voy a pegar para celebrarlo! Ay, Sultán, lo que te pierdes por ser un chucho…