Mi historia es como la de tantos ancianos y ancianas. Te pasas toda una vida atendiendo a tu familia, y llega un buen día en el que te das cuenta de que ahora eres tú quien necesita ayuda. Es un momento muy duro, el de aceptar tu invalidez.
Siempre he sido muy positiva, así que pensé que también hay personas muy jóvenes que se ven condenadas a una silla de ruedas, así que mi situación no es tan mala. Estuve indagando en busca de posibles soluciones, y descubrí que hay empresas que cambian la bañera por un plato de ducha. ¡Eso era lo que necesitaba yo en casa!
Elegí un plato de ducha antideslizante, con un sistema especial para no resbalarme. Lo pusieron a ras del suelo, sólo tengo que abrir la puerta de la mampara y entrar. Además me ducho sentada en una silla especial para duchas, y tengo barras para sujetarme cuando quiero levantarme y salir. Estoy muy agradecida, parece mentira cómo algunos detalles te pueden llegar a cambiar la vida…