Lo peor no es envejecer; lo más duro de todo es acostumbrarte a la soledad. Los seres queridos que te acompañan en la vida se te van muriendo, y acaba uno por no saber si es una suerte estar sano y seguir con vida.
Yo toda mi vida he sido luchador, así que también he luchado contra esa sensación de desamparo, y he adoptado la mejor postura: coger al toro por los cuernos. Ya no soy tan fuerte ni tan ágil, pero no pienso pasar el tiempo que me queda lamentándome de mi nueva situación. Si las circunstancias cambian, me adaptaré a ellas.
Para empezar, en casa he hecho los cambios necesarios para poder vivir de forma independiente, sin ayuda. La mejor decisión ha sido cambiar la bañera por un plato de ducha. He pedido un plato de ducha antideslizante y a ras del suelo, para no resbalarme ni tropezar; y con unas barras para sujetarme por si pierdo el equilibrio o simplemente para salir. Lo hubiera hecho antes si hubiera sabido el cambio que iba a significar en mi vida: poder valerme sin ayuda en el baño me ha hecho volver a sentirme útil y fuerte. ¡Aún tengo mucha guerra que dar!