Con la edad, se pierde el pelo. Luego los dientes, y otras pequeñas cosas: la tersura de la piel, el pulso firme, la agilidad, el equilibrio. Y si uno no se esfuerza en mantenerse autónomo y capaz, la dignidad.
Por eso he tomado la decisión: voy a cambiar la bañera por un plato de ducha. Seguramente llegue un día en que ni siquiera así pueda ducharme solo, pero mientras haya soluciones, no quiero depender de nadie. El plato de ducha me lo van a instalar encastrado en el suelo, para que no tenga que sortear ningún escalor al entrar en la ducha. Y será de un material antideslizante, para que no me de miedo resbalarme y caer.
Dicen que me lo hacen en un solo día, y sin obras. Al toro que hay que cogerle por los cuernos: mañana mismo les llamo.