Podría resumirse así, dime como te bañas y te diré quien eres. Partimos de una premisa, el ducharse o bañarse es parte de la higiene personal diaria, pero el baño y la ducha van más allá, tienen un componente claro de ese momento íntimo, de relax, ordenar ideas, un momento único para ti.
Según un estudio de una compañía de gel, los asturianos son los españoles que más se bañan y los madrileños los que más se duchan. Curiosamente uno no se extraña con este dato. Solo hace falta darse un paseo entre semana por la capital, con los atascos, la polución, madrileños con prisas. Si tu vida está determinada por el reloj y los tiempos son apretados, la funcionalidad de la ducha es claramente tu estilo. De ahí ya, que consigas robar unos minutos para relajarte es una cuestión casi de necesidad. Sin embargo, el baño tiene algo de ceremonial, llenar la bañera lleva un tiempo, y tumbarse implica una predisposición a un lavado parsimonial. La imagen que nos sobreviene tras leer los datos del estudio, son personas amables, rodeadas de verdes prados asturianos que dedican esa lujosa media hora a la contemplación y el cuidado. Probablemente un cliché.
Si bien es cierto, que a pesar de los gustos, hay una realidad, el baño templa los ánimos y la ducha despeja. No hay que definirse por uno ni por otro, es probablemente mucho más simple, a todos nos gusta disfrutar del placer del agua en sus diferentes variantes.