La diferencia de clases se ve por todas partes, uno va por calles con tiendas de lujo, se aleja un poco y ve tiendas de barrio y supermercados low cost. Así pasa en casi todas partes, el lujo está cerca pero uno no lo puede tocar.
Eso se hace todavía más patente en los aviones, apretujados como sardinas en lata durante horas atravesando océanos, con riesgo de sufrir el «síndrome del turista», con bandejas que sirven una comida semi plastificada, y a penas a unos metros, tras esas cortinillas se esconde el lujo.
Hoy nos hemos quedado boquiabiertos al descubrir que la compañía aérea Emirates dispone de unas «suits» en sus aviones con todo lujo imaginable para el comfort volando. Té servido en tetera de plata, dan pijamas, las azafatas preparan la cama para la siesta y cuando te despiertas (atentos) te preparan una ducha para que disfrutes media hora de Spa, tal cual, a 12.000 metros de altura. A la salida de tan magno placer, las azafatas ofrecen un zumo de aloe. Eso si, el coste del lujo es patente, en torno a diez veces más que un billete de turista, todo tiene un precio.