La natación se ha revelado como una de las terapias más eficaces para aumentar la calidad de vida de los pacientes con enfermedad de Parkinson. Esta dolencia, degenerativa, va reduciendo progresivamente la movilidad de quien lo padece.
Mediante la práctica regular de la natación, los pacientes con Parkinson «ayudan» a su cuerpo y a su musculatura a mantenerse en forma y reducir la pérdida de capacidad para moverse. Y lo hacen con la mitad de esfuerzo, debido a la ausencia de gravedad, y sin que sufran las articulaciones.
Además, darse un baño en la piscina ayuda a mantener la autoestima alta para enfrentarse a esta dura enfermedad. El agua propicia los juegos, las risas y la liberación de endorfinas, la hormona de la felicidad. ¡Al agua se ha dicho!