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En algunas ciudades, el agua del grifo tiene un elevado contenido de cloro que produce cierto rechazo a beberla, lo que ha provocado un altísimo consumo de agua embotellada que implica deterioro medioambiental si consideramos el consumo de energía para el embotellado, transporte, fabricación del envase, las emisiones tóxicas del transporte, etc.
Una estadística de la organización ecologista Earth Policy Institute sobre el consumo de agua embotellada de los americanos: para fabricar las botellas de plástico para el agua que beben cada año, se precisan un millón y medio de barriles de petróleo.
Beber el agua del grifo, salvo casos graves, sale a cuenta, ecológica y económicamente. Siempre podemos dejarla un tiempo en una jarra para que el cloro se evapore o utilizar filtros.
Por solidaridad y por visión de futuro, ¡no podemos desperdiciarla!