Hoy en día, Finlandia es una nación de 5.3 millones de personas y 3.3 millones de saunas, que se están en hogares, oficinas, fábricas, centros deportivos, hoteles, barcos y hasta en minas bajo tierra.
Aunque el hábito de Pekka Niemi puede resultar excepcional, el 99% de los finlandeses van a la sauna por lo menos una vez por semana y mucho más cuando visitan su casa de verano en el campo. Allí el modelo de vida tiende a girar en torno a la sauna y a un lago cercano que se utiliza para refrescarse.
Pero no se puede suponer, sin embargo, que la sauna sea puramente un lugar para la diversión y los juegos. Ciertamente no lo era en el pasado.
«A los niños se les enseñaba a comportarse dentro de una sauna como si estuvieran en la iglesia», afirma Jarmo Lehtola de la Saunaseura (Sociedad Finlandesa de la Sauna), una organización dedicada a la defensa y la preservación de la cultura tradicional de la sauna.
Fundado en 1937, este club privado de 4.200 miembros tiene su sede en una isla a 15 minutos en autobús del centro de Helsinki. Está rodeada por un bosque de abedul plateado y tiene vista hacia el tranquilo mar Báltico.
Un letrero en la puerta de entrada indica que se apague el teléfono móvil.
«La sauna es para la mente. Realmente ayuda a calmarse en una sociedad moderna donde nunca se está tranquilo», dice Lehtola. «Cuando uno entra a este lugar de meditación, está oscuro y por lo general tan caliente que no se quiere hablar».
Hay una idea generalizada que Lehtola está muy interesado en disipar. «La sauna no tiene nada que ver con el sexo en Finlandia», dice enfáticamente.
«Pero en lugares como Alemania en la década de 1970 y 1980 tenía mucho que ver con el sexo».
Via BBC