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Existen muchas circunstancias por las que pueden ser necesario o deseable la instalación de una ducha que sustituya a la bañera. En la higiene diaria proporciona un considerable ahorro de tiempo, agua y energía, y es especialmente práctica en cuartos de baño pequeños porque ocupa poco espacio y permite un mayor margen de maniobra para el resto de los sanitarios. También se muestra como una solución eficaz en casas donde hay niños, personas mayores o discapacitadas puesto que facilita la entrada a su interior evitando el peligro de caídas. Ahora bien, sea cual fuere el motivo práctico que lleve a su instalación, en materia decorativa la ducha se muestra como un espacio abierto a la imaginación que contribuye a crear ambientes lúdicos y muy personales en el cuarto de baño. Basicamente, la colocación de una ducha se realiza en dos versiones: la proyectada de obra, que se muestra como una estructura empotrada en la arquitectura del cuarto de baño, y la modalidad de cabina independiente, que se puede completar con diferentes combinaciones de platos y mamparas fabricados en serie.
Si se opta por una ducha de obra, hay que tener en cuenta que el suelo debe quedar totalmente impermeabilizado y, además, formar pendiente hacia un desagüe central, de tal manera que el agua que cae de la ducha pueda evacuarse inmediatamente. También es muy importante la elección de los revestimientos. Entre los más utilizados están las piedras, con el clásico y siempre espectacular mármol a la cabeza, seguido de los acrílicos, cerámicos, azulejos y gresite cerámico o vitrificado, y las maderas, que deben ser poco porosas, duras y resistentes a la humedad, con tratamientos que absorban la menor cantidad de agua posible y sean resistentes a bacterias y hongos.