Génesis (II)
Sé que resulta difícil de creer, pero cuando recobré la conciencia estaba boca abajo, flotando a la deriva. Mi primera reacción fue sacar la cabeza del agua respirando histéricamente, como si me estuviera ahogando. Después observé que ya era de noche; la estrella polar me hacía guiños desde un cielo nítido y negro. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde la tormenta? ¿Cuánto tiempo llevaba flotando boca abajo sin ahogarme? Y lo más importante, ¿por qué no había muerto después de una descarga tan brutal? Mi cabeza pensaba confusamente en todas estas cuestiones, y entretanto una sensación desconocida se iba abriendo paso en mí. Reparé en que no tenía que hacer ningún esfuerzo para flotar. Permanecía completamente estática y sin embargo estaba ahí, clavada como una estaca con la cabeza y los hombros fuera del agua. El resto de mi cuerpo, bajo la masa acuática, me devolvía una sensación de increíble bienestar. No tenía sensación de frío ni de calor, era como si la temperatura de mi cuerpo fuera idéntica a la del agua del mar nocturno. Me abandoné unos instantes a mis sensaciones corporales y mis sentidos se aguzaron. Sentía un vaivén sutil que me indicaba la presencia de corrientes marinas, y también una vibración suave, como un rumor. Volví a sumergir mi cabeza dentro del agua para indagar acerca de ese fragor sordo.
Lo que experimenté dejó a mi cerebro completamente mudo de pensamientos.