Ducha

Seguro que más de una vez se te ha arreglado un día especialmente duro al darte una ducha caliente. O que has experimentado un profundo relax al nadar durante unos minutos en una piscina. El agua tiene numerosos efectos en nuestro organismo, y su poder terapéutico se basa principalmente en la capacidad de provocar efectos térmicos –frío/calor- en nuestro organismo.
Estas capacidades térmicas producen cambios en nuestra circulación sanguínea, y según el efecto que deseemos provocar, utilizaremos agua caliente o fría. En términos generales, la hidroterapia puede resultar beneficiosa para el tratamiento de problemas circulatorios (varices, hemorroides, etc.), problemas de piel como psoriasis o dermatitis, y para aliviar procesos dolorosos como artrosis, artritis o dolores de cabeza.
Una propuesta perfecta para empezar el día con energía: una ducha templada en la que utilicemos una esponja natural (loofah) con unas gotas de aceite esencial de romero, por ejemplo, tiene poderosos efectos vigorizantes, activa la circulación y el metabolismo, y mejora el sistema inmunitario. ¡Si acabamos con agua fría, podremos con cualquier cosa que se nos ponga por delante!