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Los orígenes de la ducha se remontan a la Antigua Grecia, y al Antiguo Egipto, y si bien los diferentes adelantos tecnológicos han hecho que incluso la ducha ahora puede ser digital, desde siempre, la ducha ha proporcionado un ligero masaje a las diferentes terminaciones nerviosas situadas bajo nuestra piel.
En función de la temperatura del agua, puede incluso llegar a producir un efecto estimulante o relajante. Por ejemplo una ducha tónica por la mañana, con el agua un poco templada y con un chorro potente, te ayudará a despejarte. y reactivar el organismo; el acabar las duchas con agua fría dirigida hacia los tobillos, activa la circulación de las piernas evita que las piernas se hinchen; un chorro de agua suave y caliente por la noche, te ayudará a relajarte para dormir de forma placentera.
Siempre conviene empezar la ducha por las partes más distales del cuerpo (manos o pies), y el lado derecho (lejos del corazón), e ir poco a poco ascendiendo pasando por las rodillas, los brazos, los hombros, la espalda, la zona lumbar, el abdomen… Es muy importante que el agua no salpique, y que sólo llegue a la parte que estamos trabajando, algo que se consigue regulando la presión del agua; por lo cual, en posición vertical, el chorro de la ducha-teléfono no sobrepase la anchura de la palma de la mano.

Para que el resultado de una ducha de chorro sea realmente eficaz, se debe empezar siempre aplicando chorros de agua calientes, a unos aproximadamente 37-42º, unos minutos, y cuando el cuerpo, haya acumulado calor, se aplica luego el agua fría (10-16º), durante 20 segundos.

Aparecerá un enrojecimiento de la piel acompañado de una agradable sensación de calor, ésta será la reacción local que determinará la duración adecuada de cada chorro, de tal manera, que cuánta mayor sea la superficie de aplicación del chorro, más general será su efecto sobre nuestro aparato cardio circulatorio.