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Entre los diversos recintos en que transcurre la vida de los hombres uno de los más frecuentados es el cuarto de baño. Sin embargo su figuración en la historia ha sido injustamente postergada. Cosas muy importantes han sucedido en los baños; ¡cuantas decisiones se han tomado, cuantos libros se han leído! O, en la vida cotidiana, cuántos matrimonios se reconcilian en el baño, por ejemplo mientras la esposa se lava los dientes y el esposo se recorta el bigote… o viceversa… Es verdad que el humilde espejo de un botiquín no tiene la hondura metafísica de los espejos de Borges; es verdad que en nuestras domésticas bañeras nadie descubrirá el principio de Arquímedes; es verdad que nuestros baños no poseen el prestigio de las fuentes como Versalles, o Fontanebleau, o Plaza Lavalle… Y sin embargo, con sólo apretar un botón, ¡qué despliegue de manantiales! Y cuando uno se retira con la satisfacción del deber cumplido no necesita arrojar una moneda, como en la Fontana di Trevi, para asegurarse el regreso; uno sabe que ha de volver al día siguiente, o en algunos casos a los dos días… o tres o más…Bueno, no sé, en algún momento convendría probar con la moneda… ¡Cuántos gobernantes han meditado sus actos en un cuarto de baño como su fuera su despacho al extremo de no distinguirse dónde han resuelto más asuntos y dónde hacen más… decisiones incorrectas!