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Tradicionalmente el agua está relacionada con lo femenino así como el fuego con lo masculino. El agua es considerado como un elemento de fertilidad: da la vida, al igual que las mujeres. Es posible que este vínculo se haya visto reforzado por el hecho de que la mujer da la vida desde el «agua», el líquido amniótico del útero. El agua es líquida, variable, curativa, portadora de vida, rasgos todos ellos tradicionalmente asociados con lo femenino. Muchas culturas asocian el agua con la mujer, en tanto que diosas, espíritus de la naturaleza o ninfas. Esto cobra especial relevancia en relación con el agua corriente, como los manantiales o las fuentes de agua, ya que representa la fertilidad y el dar a luz. Esto es especialmente cierto en el caso de las tierras áridas donde el agua es escasa y por esto, aún más preciada.

Sin embargo la mitología hace algo más que relacionar el agua con la mujer. En muchos mitos y leyendas, el agua es una fuente de vida y un lugar de muerte. Estos mitos recurren a la naturaleza sensual del agua para narrar sus historias: en algunos casos, lo sensual se personifica por el espíritu del agua, normalmente denominado ninfa, que adquiere la forma de una joven y bella mujer.