Es evidente que un buen baño espumoso es mucho más relajante que una ducha, pero, ¿por qué tomar la ducha como algo meramente higiénico y rutinario cuando podemos convertirla en toda una inyección de energía?
Dúchate cada mañana con agua templada, que no esté excesivamente caliente, y trata de colocarte de frente al chorro. De esta forma, el impacto del agua será frontal con tu rostro y la parte superior de tu cuerpo, que se despertarán rápidamente. El modo normal (colocarse justo debajo del chorro) tiene cierto efecto adormecedor ya que toda el agua va cayendo a lo largo de tu cuerpo sin impactar abiertamente más que en la coronilla.
Si consigues aclimatar tu cuarto de baño para que no haga demasiado frío ni aún en las gélidas mañanas de invierno, prueba a combinar chorros de agua templada con otros de agua más fría. Se trata de una estimulación estupenda que, además de desperezarte definitivamente, te dará mucha energía para afrontar el día.
Así, en poco más de cinco minutos, estarás totalmente tonificada y preparada para afrontar un día duro de trabajo. Piensa en que cuando vuelvas, puedes relajarte en la bañera…