Con el boom del culto al cuerpo, la proliferación de las dietas y la creciente obsesión por la perfección física, es común ver a gente por la calle con su botellita de agua mineral. En las mesas de las oficinas se amontonan también las botellas vacías o la de cristal, siempre a medio beber. Y todo el mundo se sabe el consejo de los expertos: «hay que beber entre 2 y 3 litros de agua al día».
Como ocurre con todo, beber mucha agua es bueno siempre que no se convierta en una obsesión. Y es que se ha detectado un trastorno psiquiátrico de carácter compulsivo en personas obsesionadas con la ingesta de agua. Se llama «potomanía«, y las personas que lo padecen pueden llegar a beber hasta 7 litros de agua al día, incluso sin sed, y experimentar cierto placer con ello.
La potomanía afecta comúnmente a deportistas excesivamente preocupados por evitar la deshidratación, y a personas obsesionadas con la pérdida de peso mediante la ingesta de líquido. El peligro de este trastorno, aparte del carácter patológico de todas las compulsiones, es el riesgo de provocar un desequilibrio electrolítico en el organismo que puede provocar desde náuseas y dolores de cabeza hasta convulsiones y el coma. Beber sí, pero con moderación.