El cuarto de baño es uno de los lugares que más utilizamos en casa –junto con la cocina-, y quizá le prestamos menos atención de la que debería. Más allá de los aspectos puramente prácticos, el baño es un lugar asociado al bienestar y al cuidado personal, y su diseño debería ser cuidadosamente planeado.
En algunas casas –cada vez menos- todavía encontramos bañeras, como objetos venidos de otro tiempo. Las bañeras no son objetos funcionales: se emplea demasiada agua en llenarlas, su altura a la hora de acceder a ellas es una fuente de inseguridad, y además ellas mismas de por sí ocupan demasiado espacio en nuestro baño.
Estamos hartos de oír, en las noticias o por testimonios cercanos, historias de personas mayores que se han resbalado y caído en la bañera, a veces con consecuencias fatales. Y no sólo los mayores: personas jóvenes que ven reducida su movilidad por una enfermedad o un accidente, embarazadas… La inseguridad en el baño no es patrimonio de los mayores.
Pero precisamente hay un número creciente de personas jóvenes que toman la decisión de cambiar su bañera por un plato de ducha. Sus motivos suelen estar muy definidos.
Por una parte, muchos de ellos están sensibilizados con actitudes responsables hacia el ahorro de agua, un problema de dimensiones planetarias. La ducha, frente a la bañera, puede llegar a ahorrar agua hasta 150 litros de agua por vez. Una cantidad nada despreciable, y más si tenemos en cuenta que son 150 litros menos los que necesitamos calentar en nuestra caldera. Menos consumo de agua y menos consumo de energía con seguridad repercuten en nuestro bolsillo a fin de mes.
Otra cuestión es la del espacio. Los metros cuadrados son un lujo al alcance de pocos, especialmente en las grandes ciudades. Los baños suelen ser la estancia más perjudicada en el reparto de espacio. Y si a eso le añadimos una enorme bañera que se “come” el cincuenta por ciento del cuarto de baño, entendemos la necesidad de agudizar el ingenio para sacar más metros.
Sustituir la bañera por un plato de ducha es una decisión muy práctica; no sólo nos permite ganar espacio, sino que nos ayuda a reorganizarlo para obtener más partido de él. Cambiar la bañera puede significar un armario extra para las toallas o un seno más en el lavabo, por ejemplo.
Y por último, está la cuestión del diseño. ¿Quién no sueña con uno de esos preciosos baños que vemos en las revistas? Puede que nuestro cuarto de baño no sea como el de Paris Hilton, pero es increíble el resultado que se puede obtener con una distribución racional del espacio, un revestimiento cerámico moderno y una columna de ducha de última generación.
Hoy en día existen empresas que con sólo una llamada cambian la bañera por un plato de ducha antideslizante en sólo 24 horas, y a un precio más que razonable. Quien no tiene un baño de diseño es porque no quiere.