La ducha tiene innumerables beneficios que saltan a la vista: estimula la circulación sanguínea, abre los poros favoreciendo la exfoliación de la piel, hidrata la epidermis con un suave masaje… Sus ventajas cosméticas están más que comprobadas.
Pero además, posee otro tipo de efectos sobre la salud. Por ejemplo, puede resultar muy útil como parte de un protocolo de rehabilitación en lesiones deportivas como el esguince de tobillo. Cuando sufrimos un esguince nuestros ligamentos del tobillo quedan hiperestirados, dejando al tobillo débil y sin poder de sujeción. Además de un tratamiento de fisioterapia para devolver la elasticidad justa a los ligamentos, es muy importante trabajar la propiocepción o, lo que es lo mismo, realizar una serie de ejercicios para fortalecer el tobillo y que éste sea capaz de sostenernos.
Podemos aprovechar el momento de la ducha diaria para realizar ejercicios de rotación del tobillo a un lado y a otro, dibujar el abecedario con el pie y levantarnos de puntillas sobre un pie y después otro. Para terminar, realizaremos un tratamiento de contraste para reducir la inflamación, alternando en la ducha el agua caliente y el agua fría.