Me ha sucedido hoy, mientras me duchaba. Obviamente, ya me había duchado más veces desde el día de la tormenta, pero, excepto el episodio de la lluvia en el que las gotas parecían hundirse en mi piel, no había experimentado nada parecido hasta ahora.
Trato de dejar constancia en alguna parte de todas las transformaciones; estoy notando también cambios sutiles en mi carácter. Como estos espacios vacíos que siento a veces, cada vez con más frecuencia. Antes de la tormenta, era más bien extrovertida, muy dada a la conversación y a la actividad. Ahora me invade de vez en cuando una sensación de paz, como si entrara en una especie de meditación. ¿Sabéis cuando estáis bajo el agua? Ese mismo silencio amortiguado, esa soledad.
Hoy me ha sobrevenido ese estado mientras me duchaba, mientras el agua caía sobre mí, y ha sido como si ese hecho potenciara el efecto de aislamiento. He perdido la noción del tiempo y del espacio, como si estuviera flotando. Y, con una conciencia absolutamente clara, he sentido, literalmente, que me fundía con el agua. Las gotas de agua no resbalaban por mi piel, penetraban en ella creando una corriente subterránea de energía.
Nunca antes me había dado una ducha tan profundamente renovadora.