Es cierto, soy asturiana y me tira el terruño. Pero no se trata de eso, a los hechos me remito:
Mi tía Paqui, 63 años, se rompió la cadera al resbalarse en la bañera. A mi abuelo Teodoro (82) lo perdimos directamente tras un resbalón fatal en la bañera de casa. Mi madre, 55 años, se hizo un esguince en los ligamentos de los abductores al levantar la pierna para tratar de entrar en la bañera. Y yo, que me creía a salvo, me metí un leñazo el otro día al caerme y darme contra el borde.
Aprovecho que aún me duele el chichón para promover esta medida activa. ¡Dí no a las bañeras y sí a la ducha! Porque habrá que asearse, digo yo. Haz como yo: cambia la bañera por un plato de ducha. Lo hacen en un solo día, sin obras: te quitan la bañera y se la llevan. ¡No la vuelves a ver! A mí me han puesto un plato de ducha antideslizante (se acabaron los resbalones traicioneros) a ras del suelo (se acabó levantar la pata para entrar como los perrillos), y asideros en la pared, para sujetarse en caso de necesidad.
Yo ya lo he hecho, ahora faltas tú. ¡Únete al FABES!