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Las estadísticas mienten. Ninguna pareja puede tener 1,7 hijos, por pequeños que sean, y nadie se come dos pollos diariamente. Aun sabiéndolo, hace poco leí una estadística, bastante refrescante: la frecuencia de las duchas. Parece ser que el 54% de los españoles se ducha diariamente, el 13 cuatro veces por semana y el cuatro solo dos, no sé si el 29 restante no sabe, no contesta o no se ducha. Esto es, otra vez, como lo del pollo. Aunque la mayoría de la gente afirma ducharse a diario, con el calorcillo, hay momentos, que podríamos llamar «en olor de multitudes», en que intuyes que hay algunos que bajarían la media estadística de golpe.

Y eso que los españoles tenemos duchas en casa desde hace mucho. Hace 23 años, fui a estudiar a una casa londinense. Lo primero que me sorprendió fue descubrir que en el cuarto de baño había moqueta y por tanto ninguna posibilidad de la limpieza con lejía a la que aquí somos tan aficionados. Pero lo peor fue, una vez dentro de la bañera, comprobar que no tenía grifos de ducha y que la única posibilidad era bañarse. Como no estaba dispuesta a compartir bañera con un italiano, un chino y una turca, entiéndase compartida en diferentes momentos claro, tuve que comprar un tazón grande para echarme agua a modo de ducha.

Volviendo a mis reflexiones estadísticas, hace poco unos amigos, con una jacuzzi en su imponente terraza nos invitaron a cenar. Por casualidad o por ganas de que nos invitasen a terminar la noche bañándonos con burbujas, todos decíamos lo mismo al llegar: «acabo de ducharme». A medida que –pollo por cierto- y el vino fueron trascurriendo, seguí haciendo números. Por ejemplo, si por ahorrar, te duchas en pareja, cuenta como una ducha o como 1,7. Y, sobre todo, si resultado de dicha actividad, sube la media de hijos ¿seguirá alguien comiéndose mi segundo pollo?