La Estación Espacial Internacional (ISS) acaba de cumplir 10 años, desde que su primer módulo subió al espacio. Lo contaba Daniel Utrilla en El Mundo el pasado jueves, aportando algunas cifras que son fundamentales para entender qué pasa por ahí arriba de nuestras cabezas: casi 170 astronautas de 15 países han vivido en este decenio, y la inversión ha correspondido a 100 millardos de dólares, es decir, unos 80.000 millones de euros. Orbitando a más de 25.000 kilómetros por hora, la ISS ha tenido presencia humana constantemente desde noviembre de 2000, y ha dado ya más de 58.000 vueltas a la Tierra.
Es decir, poniéndonos folklóricos: la ISS es una solución habitacional que abrió el nuevo milenio. Por decirlo de algún modo, aunque haya sido un proyecto caro, muchísimo más caro de lo que nadie pensó inicialmente; aunque se haya empleado mucho más tiempo, muchísimo más, en ir montándola… y eso que se le han ido quitando módulos que ya deberían estar funcionando. Parece que se quiere terminar como sea antes de 2010, más que nada porque entonces comenzarán a caducar los primeros módulos…
Esos problemas son el reflejo de una crisis que no es la actual, sino anterior: la desaparición del apoyo económico que la industria aeroespacial rusa tenía, y que tuvo que ser sustituido por el empuje estadounidense principalmente (aunque sean 16 los países miembros del proyecto), junto con los problemas del sistema de lanzaderas de la NASA, incluyendo accidentes mortales (el desastre del Columbia en 2003). Y, desde luego, que los presupuestos no dan para todo. El espacio es algo muy caro, y la ISS ha sufrido todos y cada uno de los recortes.
Ademá de un cierto desencanto: el laboratorio permanente de experimentación en microgravedad no ha dado tantas noticias como se pensó que iba a dar, ni han salido nuevos fármacos ni nuevos materiales… Gran parte del esfuerzo ha sido construir construir y construir. Quizá las cosas (ojalá) cambien. Un ejemplo de que las cosas no han sido lo gloriosas que se esperaban: ni siquiera se ha conseguido tener un buen nombre para el hotel del espacio. Se habló de Alfa, de Freedom… pero ahí sigue: ISS (MKS en ruso), sin otro nombre y sin sucesora para el futuro, porque no se sabe si en algún momento alguien pensará en una segunda estación espacial.
En cualquier caso, y como decía Daniel Utrilla, esa es la casa común del espacio, y aunque no haya sido como especial celebración, la misión del Endeavour que está ahora en la ISS subía entre otras utilidades para la estación (varias tonelades de equipos, un módulo logístico, una plataforma para el futuro laboratorio japonés… no es poco) un nuevo sistema Procesador de Orina. (La misión puede seguirse con twitter)
Pero el nuevo retrete tiene fallos. Y eso que ha costado 250 millones de dólares (realmente no sólo el urinario, sino todo el sistema de reciclaje de la orina). Las pruebas que han estado haciendo esta semana pasada indican que algo falla. La historia del agua es curiosa, según leemos en New Scientist, porque este sistema será necesario especialmente a partir de la primavera que viene, cuando ya se pase a una tripulación permanente de seis personas a bordo de la ISS. Si se reciclan los líquidos para conseguir agua potable, se abarata mucho el coste, porque en el futuro habría que subir litros y litros de agua, y eso sale caro (más de 3.000 euros por litro).