Sus origenes se remontan a la Antigua Grecia, y al Antiguo Egipto. Y es que si bien diversos adelantos tecnológicos han hecho que incluso pueda llegar a ser digital, desde siempre, la ducha ha proporcionado un ligero masaje a las diferentes terminaciones nerviosas situadas bajo nuestra piel.
En función de la temperatura del agua, puede incluso llegar a producir un efecto estimulante o relajante. Exponemos una serie de cuestiones que te harán beneficiarte de ella:
Una ducha tónica por la mañana, un poco templada y con un chorro potente, te ayudará a despejarte.
Acabar las duchas con agua fría dirigida hacia los tobillos, activa la circulación de las piernas evitando que se hinchen.
Un chorro de agua suave y caliente por la noche, te ayudará a relajarte para dormir de forma placentera.