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Aunque visualmente ahorran espacio, cuando no se pueden ocultar en la pared es necesario levantar un tabique falso

Se lleva el minimalismo en el baño. Especialmente en aquellos de reducidas dimensiones, en los que aprovechar el espacio es una necesidad. Los inodoros de pie dejan paso a los inodoros suspendidos y las cisternas se esconden detrás de la pared para dar una mayor sensación de aire y conseguir una menor carga visual.

Pulsador en la pared
Las cisternas empotradas se reconocen porque en la pared tan sólo se aprecia un pulsador. Al contrario que las cisternas fluxor, que dejan a la vista también la tubería por la que discurre el agua que se descarga, estos modelos son muy discretos. El cuerpo de la cisterna se oculta dentro de una pared de obra (ladrillo) o en una pared falsa de pladur, por lo que se intenta que el grosor del aparato apenas supere los diez centímetros (hay modelos de tan sólo ocho centímetros).

Lo habitual es que las cisternas para empotrar estén fabricadas de una sola pieza para reducir el riesgo de fugas. Además, si no fuera así, en caso de avería habría que picar la pared para encontrarla, aunque la mayoría de estos sistemas facilitan el acceso a los elementos internos a través del cajetín del pulsador.

Se pueden instalar tanto en inodoros de pie como suspendidos, con una sujeción oculta que garantiza estabilidad al aparato. Además, al almacenar hasta nueve litros de agua, es frecuente que el cuerpo esté protegido de un material aislante, como el poliestireno expandido, para que no se produzcan condensaciones de agua en la pared. En cuanto al pulsador, puede ser de descarga interrumpida o de doble descarga.