Flashback
Sentada en la parte trasera de la Zodiac, junto a mí adivinaba sin verlo al marinero que accionaba el motor de la embarcación. Delante de mí había otro. En primer plano tenía su espalda ancha y corpulenta incluso debajo del impermeable. Su nuca era gruesa, denotaba una gran determinación y al mismo tiempo tenía un punto de ternura con ese pelo recién cortado de los militares. Mientras recorríamos los escasos metros que nos separaban del patrullero, la visión del rostro preocupado de Mario me trasladó a un tiempo pasado. Cuando le conocí tenía ese mismo aire de niño asustado, siempre con ese rictus en el entrecejo que le hacía parecer permanentemente concentrado en algo muy importante. No tuvo nada de romántico; avisté su pelo de recién levantado a lo lejos, entre la multitud de un antro nocturno lleno de humo, y me dediqué a observarle. Parecía un joven mal conservado o un hombre de aspecto juvenil. Se le veía totalmente fuera de lugar, desubicado entre la gente que se emborrachaba y cantaba y bailaba y reía. Mario permanecía inmóvil bebiendo a pequeños sorbos, intentando zafarse de los empujones de los borrachos. Su profundo desinterés y esa actitud de permanecer ajeno a todo, excitaron mi curiosidad. Como en un juego infantil, empecé a llamarle mentalmente mírame, mírame. De repente, entre dos fogonazos intermitentes de las luces de discoteca, se giró y me miró a los ojos.