El sedentarismo, las largas horas sentado en la oficina o las sesiones de TV en el sofá hacen verdaderos estragos en nuestra musculatura. Para mantener la agilidad no es necesario realizar sesiones intensivas de deporte; basta con llevar un estilo de vida medianamente activo y no permitir que nuestros músculos se vuelvan perezosos.
La ducha matutina es un buen lugar para despertarnos y hacer que todo nuestro cuerpo despierte también. Lo ideal es que la temperatura del agua no supere la de nuestro cuerpo. Después de lavarnos, podemos abrir un poco más el caudal del agua fría y realizar un breve masaje para tonificar nuestros músculos, enfocando el chorro a presión desde los tobillos, subiendo por las piernas y hasta el tronco y los brazos. Mientras lo hacemos, masajeamos vigorosamente los distintos grupos musculares.
Esta sencilla rutina -que debe ser breve para no prolongar el gasto de agua- activa nuestra circulación y, realizada con constancia, mantiene nuestra piel y nuestra musculatura en forma y «en su sitio». ¡Otra ventaja más de una buena ducha!