Mario

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¿Qué piensa Mario?

Siempre ha sido así. Tan conformista, digo, tan aceptador de todo lo que pasa. Tan jodidamente tolerante y respetuoso. Yo quisiera que él reventara, que explotara de ira de vez en cuando y me pusiera en mi sitio. A fin de cuentas, yo no soy más que una niña caprichosa sin ningún tipo de restricción, sin nadie que me ponga limitaciones.

Antes del día de la tormenta en el que comenzó esta metamorfosis, habíamos tenido una descomunal pelea. Al estilo de las peleas con Mario: una discusión unilateral y totalmente descompensada con dos actores. Yo, la hidra furiosa, la dama histérica y reprobadora, la que exige cuentas y pide explicaciones, la que sólo es escuchada y nunca rebatida. Y Mario, el mimo silencioso, el artista del escaqueo conversacionil, súper atareado cortando el césped o lo que sea con tal de no enfrentarse.

Fue por el mismo tema de siempre. Mario tiene miedo de ser padre, y yo siento que me está obligando a asumir su terror privándome de un privilegio. Las mujeres, de todas formas, somos unas irresponsables; yo no debería desear que alguien asuma una paternidad no deseada, una responsabilidad tan apabullante de forma obligatoria.

Desde Aquática, mi reloj biológico se ha amortiguado, se ha modificado. Siento la plenitud que esperaba sentir con la maternidad, y además estoy demasiado ocupada tratando de asumir los cambios. Mario sigue apoyándome en silencio, sin decir ni mú, pero le sorprendo a menudo en uno de esos abrazos silenciosos, acariciándome el vientre vacío.