En los últimos tiempos todos hemos oído que debemos beber más, que es recomendable ingerir al menos dos litros de agua al día y que nuestro organismo necesita estar bien hidratado para funcionar adecuadamente. Es verdad y se lo deben aplicar, sobre todo, quienes no beben nunca o sólo ingieren líquidos durante las comidas principales (desayuno, comida y cena) y olvidan beber el resto del día. Pero tampoco hay que exagerar.
Nuestro cuerpo es agua en un alto porcentaje, y debemos reponerla para mantener esa proporción. Los propios alimentos que ingerimos la contienen y su metabolismo, además de nutrirnos, nos hidrata. Aún así, el agua es un alimento indispensable sin el que no podemos vivir: sacia la sed, contribuye a una alimentación saludable, hidrata nuestro organismo y elimina las impurezas que en él se encuentran.
Mucha gente bebe agua del grifo pero otros prefieren la embotellada. Sus propiedades no son exactamente iguales, ni siquiera lo son todas las aguas envasadas pues, si te fijas en la etiqueta, verás que su composición química es diferente. En cualquier caso, ninguna de ellas aporta calorías y no «sabe» a nada, por lo que es imposible que no te guste.
El agua mineral natural es pura desde su origen, sin tratamientos químicos o microbiológicos, mantiene constante su contenido en minerales y oligoelementos y se envasa tal como mana de la fuente natural de la que se obtiene.
Precisamente, el hecho de que su composición química sea estable y reconocible resulta importante para controlar la ingesta de componentes químicos que pueden afectar al funcionamiento del organismo:
-Los hipertensos deben ser especialmente cuidadosos porque el contenido en sodio puede afectar a su tensión arterial. Piensa que deben comer sin sal para mantener el sodio bajo y, si el contenido en el agua es alto, el sodio llega exactamente igual a su organismo. Mira la etiqueta y elige la que tenga menor cantidad de sodio.
-Los que padecen problemas renales y forman piedras con facilidad deben elegir un agua con un contenido en calcio bajo, para prevenir su aparición y/o evitar su aumento de tamaño.
Puedes elegirla con gas, aprovechando sus ventajas y conociendo sus inconvenientes. Entre las ventajas destaca que las burbujas son beneficiosas para las digestiones pesadas pues estimulan la secreción de los jugos gástricos, y también colaboran en la disolución de las piedras del riñón. Como inconvenientes, señalar que resulta inadecuada para personas con acidez de estómago, flatulencia o hernia de hiato.
Aprovecha cualquier momento para beber: antes del desayuno pide un vaso de agua con el café de la mañana, con la tapa del mediodía, en el trabajo, etc. Muchos estudios indican que no bebemos porque no hemos aprendido a hacerlo y nunca encontramos tiempo para ello. Olvídate de eso y hazlo aunque no tengas sed.
Si de verdad aborreces el agua, busca otra manera de integrarla. Puedes beber infusiones, prepararte zumos naturales y mezclarlos con agua para disimular su consumo, añadir cubitos de hielo a lo que bebas, cocinar caldos vegetales para aprovechar las propiedades vitamínicas de las verduras o caldos de carne ricos en proteínas.
Si tienes oportunidad acude a algún balneario cercano para conocer y disfrutar de las propiedades terapéuticas de las aguas que allí nacen. Los estudios de sus aguas realizados por especialistas en la materia han demostrado sus cualidades, diferentes entre ellos, pues unas son buenas para el riñón, otras para el hígado, otras para la piel, etc.
Procura evitar las bebidas azucaradas y envasadas (refrescos) porque no sacian tu sed, aportan muchas calorías y tienen demasiado gas. Elige zumos sin azúcar y con pocos conservantes y estabilizantes y, sobre todo, bebe agua abundantemente (salvo orden contraria de tu médico); tu organismo te lo agradecerá.