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Todos los años en Navidad, igual. ¿Qué regalamos a mamá? Si es que tiene de todo, la mujer. Ya hemos pasado por las cremitas y potingues variados, por la ropa, incluso le hemos regalado viajes del Imserso algún año. Se agota la imaginación… y de repente, alguien tiene la idea brillante: ¿y por qué no le cambiamos la bañera por una ducha?

¡Una idea genial! Aunque me fastidie reconocerlo, ahí mi cuñado ha estado fino. Mi madre lleva unos meses ya pensando en quitar la enorme bañera, ella dice que para dejar más espacioso el baño, pero es porque le da miedo resbalarse y romperse la crisma.

Va a ser una sorpresa total: ya hemos acordado todo con la empresa; como sólo tardan una jornada de trabajo en quitar la bañera e instalar la ducha, nos vamos a llevar a mamá de compras navideñas y, cuando vuelva, ¡tachaaaaan! Su ducha nueva estará instalada, con su plato de ducha antideslizante para que se duche sin temor, unos asideros para que se agarre al salir y entrar, ¡y hasta una cómoda banquetita para que se duche sentada, como una reina!