Cambiar tu bañera por un plato de ducha es lo mejor que puedes hacer por la salud de tu cuerpo. Y no sólo porque los beneficios de la ducha con de sobra conocidos, sino porque puedes practicar una de las terapias más saludables: la ducha de agua fría.
La mayoría de nosotros sabemos que ducharnos con agua fría activa nuestra circulación sanguínea, irrigando la musculatura y tonificando nuestra piel. Además, posee un efecto de arrastre de nuestras células muertas, actuando como un peeling no agresivo. Pero es que, además, la ducha fría estimula la producción de glóbulos blancos, haciéndonos más resistentes al ataque de virus y bacterias.
Más desconocidos son su efecto diurético, que nos ayuda a drenar y eliminar toxinas, y el hecho de que ayuda a incrementar la secreción de testosterona. Así que lo de «darse una ducha de agua fría» para calmar los ánimos, de eso, nada.