Mi mujer, Clara, y yo llevamos 60 años juntos. Hemos pasado de todo, como se puede imaginar, cosas buenas y no tan buenas. Pero siempre juntos. En todo este tiempo sólo nos hemos separado durante un mes, el tiempo que Clara estuvo hospitalizada por un enfisema pulmonar.
Por eso, cuando nuestros hijos insistieron en que a mi mujer había que internarla en una residencia en la que pudieran asistirla convenientemente -necesita oxígeno permanente y además su movilidad es cada vez menor-, sólo porque yo también estoy mayor y me costaba ayudarla a entrar en la bañera para asearse, decidí tomar cartas en el asunto.
Estoy mayor, no gagá. Sabía que existen empresas que te cambian la bañera por un plato de ducha antideslizante y a ras del suelo, y mi sorpresa fue muy grata al descubrir que además lo hacían sin liar obras en casa y en sólo un día. Ahora estamos encantados. Seguiremos juntos hasta que uno de los dos se muera, y mientras tanto Clara es capaz de ducharse casi sin ayuda, sentadita y con total seguridad. ¡Esta ducha ha sido una bendición!