Exfoliación natural en la ducha

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Todos los que cambian su bañera por un plato de ducha acaban dándose cuenta de un hecho: tu ducha no es una ducha. Es un spa, un balneario, un centro de belleza, una cabina de relajación… Hay muchas cosas que puedes hacer aprovechando que tienes ducha.

Por ejemplo, dejar tu piel tersa como el culito de un bebé. Eso preparará tu epidermis para un bonito bronceado, permitiéndola desprenderse de las células muertas acumuladas durante el asfixiante invierno en que la piel está siempre taponada por prendas de abrigo.

Mezcla en un recipiente agua, miel y azúcar de caña. Añade unas gotitas de aceite de almendras o simple aceite para bebés, para darle un extra de suavidad a tu piel. Bajo la ducha, frota tu piel enérgicamente con la mezcla. Hazlo bajo el chorro de agua fría, ayudando así a tonificar todos tus músculos y devolver la elasticidad a tu piel. Después aclárate con el agua cada vez más fría. Cuando salgas, aplícate una crema hidratante y disfruta de la sensación de estar flotando…