La piel hay que cuidarla todo el año, pero es en verano cuando solemos someterla a más agresiones. El exceso de sol, un mayor número de horas de exposición al aire libre, el sudor… Todo influye en la calidad de nuestra piel, cuyo manto lipídico puede desequilibrarse.

La ducha, en verano, es más necesaria, si cabe, y no sólo por higiene. Debemos utilizar un jabón neutro, mejor si es orgánico, que ayude a manterner el pH de la piel (5.5). Por el mismo motivo, la ducha en verano debe ser con agua tibia y, como siempre, terminando con agua fría para tonificar la musculatura y mantener la elasticidad de la piel.

Si aún no has cambiado tu bañera por un plato de ducha, aprovecha el verano para hacerlo. ¡Es el mejor momento!