Me quieren meter en una residencia, ¡hasta ahí podíamos llegar! Y todo porque dicen que «es peligroso que siga viviendo solo». Yo me apaño perfectamente, sé cocinar y una señora viene a limpiar la casa una vez por semana, lo justo. La verdad es que están preocupados desde que me resbalé en la bañera y me rompí la cadera.
Pero a mí la cabeza me va de maravilla, y yo no me voy a una residencia llena de viejos chocheando y jugando al tute. ¡Que no! Es mucho más fácil (y más barato) que me cambien la bañera por un plato de ducha de esos antideslizantes. Por lo visto son muy serios, en un día te hacen todo sin armar lío de obras, y hasta se llevan la dichosa bañera.
Y aquí estoy, en huelga de jabones caídos. Que no me vuelvo a lavar hasta que no me pongan mi ducha nueva. Ea, a ver quién puede más.