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No sabemos lo que tenemos. Con esta corta frase podríamos resumir lo que en otras palabras significa que damos por sentado tantas de las cosas que nos facilitan la vida a diario que no podemos ni siquiera imaginar vivir sin ellas. El agua que nos llega por la red a cada rincón de nuestra casa es un buen ejemplo de ello. Podríamos decir que la invención de suministrar agua potable a través de una red de tuberías que nos permita tener agua limpia y saludable las 24 horas del día en nuestros hogares, es algo tan reciente en la historia de la humanidad que se puede decir que acaba de ocurrir. Sin embargo cada vez que ocurre un corte de suministro por algunas horas, nos sentimos casi al borde de la desesperación.

Hoy día no tener agua cuando uno abre la llave del grifo significa un verdadero desastre. Se ha escuchado a muchas personas decir «prefiero que se corte la luz pero no el agua». Esto demuestra la importancia que el líquido vital tiene en la vida de cada día. Utilizamos el agua para cocinar, asear la casa, lavar ropa, y lo que es tremendamente importante: el baño. No tener agua para el uso del excusado nos pone de muy mal humor, verdad que sí? Pero aún hay algo más que nos puede quitar el buen ánimo y es llegar cansados del trabajo un día caluroso de verano y comprobar que no podemos ducharnos.

Todas estas costumbres que hemos asimilado como normales y que damos por sentado, en siglos pasados y no muy pasados no existía. Lo más cerca que un rico y poderoso estuvo por largo tiempo de un buen duchazo fue un cubo de agua arrojado sobre su cabeza por un sirviente. Sabemos que en algunos períodos de la historia nadie extrañó mucho la posibilidad de darse un buen baño, y no hablamos de personas de bajos recursos sino de las cortes europeas de hace apenas unos siglos atrás. La invención del perfume francés no es otra cosa que una herramienta de rescate contra el mal olor.