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Estar como una regadera no debe ser tan malo. Levantarse por la mañana y regar un poco, con cariño, la sinrazón diaria para que crezca. Volverse loco de vez en cuando, dejar que las cosas dejen de importarnos. Escribir sin pensar, vivir sin mirar al futuro, recordar sin mirar el pasado, observarse los dedos de la mano durante horas, como si ellos pudieran hablarnos y explicarnos las cosas, porque pueden hacerlo y no lo hacen simplemente porque no tenemos la suficiente paciencia para escucharlos. Atar una cuerda a un trozo de hielo, es estúpido, quizás, pero también es posible que nadie lo hay intentado nunca y ya por eso tiene un cierto interés. Porque si tú te crees que tu trabajo es más importante y menos absurdo que atar un hielo es que estás realmente loco. El hielo se deshace y la cuerda se queda mojada, probablemente con el nudo deshecho y ya no sujeta nada, y eso es lo que pasa con la gente, que se cree que el mundo se sujeta gracias a ellos y en el fondo todos tenemos tan poca importancia.

Pero sí, es cierto, a veces te vuelves loco por algo, dulce locura, y las cosas importan menos y atas hielos, deshaces mundos, escribes sin mirar, vives sin futuro, recuerdas sin pasado, escuchas a tus dedos (que te cuentan sus viajes por los valles de la luna) y probablemente, después de todo, como todos los locos del mundo, te crees un poco más importante