Somos muy limpios y es pecado admitir lo contrario, parece ser la consigna nacional en cuanto a los hábitos de higiene. Según María Ángeles Durán, catedrática de Sociología y profesora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, «la limpieza es una conquista relativamente reciente que está muy bien considerada en nuestra sociedad, aunque parece que somos bastante más sucios de puertas hacia afuera que con nosotros mismos o en nuestro hogar». Para demostrarlo, cita el extraño caso de las gambas en el suelo: «A los extranjeros les suele llamar la atención el estado de los bares españoles, cuyos suelos están siempre poblados de cabezas de gambas. Esto se explica en el contexto de la sociedad estamental, donde unos ensucian porque hay otros que limpian».
Sin embargo, a pesar de que es efectivamente comprobable que tiramos los huesos de aceitunas y las servilletas al suelo, si nos preguntan, negaremos hacerlo Al menos, así se desprende de un estudio realizado por Kimberly-Clark Profesional, según el cual los consumidores españoles son los europeos que más se preocupan por la higiene en los establecimientos de restauración, y un 88% no volvería a un restaurante en el que fuera notable la falta en la limpieza
No es el único dato paradójico. También estamos en los primeros puestos de algunas encuestas europeas que analizan nuestras costumbres dentro del hogar. Por ejemplo, según un estudio de Procter & Gamble los españoles ponemos nada más y nada menos que 4,36 lavadoras a la semana y, además, hacemos una colada a mano. La elevada media no se cumple en la redacción de Magazine y nos surge la duda de si quienes contestaron fueron sinceros o exageraron un pelín para parecer más limpios que nadie
Otro estudio del cual salimos igualmente bien parados es el que revela que el 82% de la población utiliza desodorante y realiza una media de 8,ı aplicaciones semanales. Claro que en este caso, lo que llama la atención es el ı8% restante que no lo usa… ¿quizá por haber atendido a las recomendaciones de algunos dermatólogos que no son muy partidarios del mismo?. «Resulta un poco conflictivo decirlo porque es un producto que goza de buena prensa, pero está demostrado que si las personas tienen una correcta higiene diaria, no necesitan utilizarlo, salvo que haya un problema de olor corporal muy fuerte o una sudoración excesiva, en cuyo caso, recomendamos antiperspirantes. Tratamos a muchos pacientes con irritaciones de la piel y alergias por el uso de desodorantes, por eso no es un producto de higiene que consideremos necesario» asegura Elena de las Heras, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.
En cualquier caso, y para tranquilidad de nuestras pituitarias, somos mayoría los que desoímos este tipo de consejos médicos e invertimos cada vez más en higiene. Y hasta tal punto nos obsesionamos por ser, o al menos parecer, lo más pulcro del universo que, en ocasiones, estamos empezando a perder el norte, sobre todo en lo que al cuidado de nuestros hijos se refiere. Pero, ojo, porque eso tampoco es sano. La obsesión por la higiene nos hace ser más vulnerables.
Con el objetivo de demostrar los efectos nocivos que el abuso de productos de higiene personal puede producir en nuestra salud, la periodista de la BBC Nicky Taylor realizó hace unos meses un duro trabajo de investigación en primera persona: dejó de lavarse durante seis semanas, así como de utilizar cualquier tipo de artículo fabricado por la industria cosmética. Madre de tres hijos, en la segunda semana de experimento, Taylor empezó a notar que sus retoños rechazaban sus abrazos por su olor corporal, pero siguió adelante y, cuando se cumplieron los 40 días sin ducha, aseguró que su piel estaba mucho más sana y suave que al comienzo de la investigación.