Como pez fuera del agua
Venían en un patrullero de la Guardia Civil, de los que se emplean para interceptar a los traficantes costeros y a los que se juegan la vida en las pateras. El foco de larga distancia situado en la proa me deslumbró un instante, haciéndome achicar los ojos. Coloqué una mano a modo de visera, pero la retiré en cuanto me percaté de que se me transparentaban las venas con esa nueva consistencia acuosa de mi cuerpo. Distinguí a Mario casi de inmediato, un rostro angustiado enmarcado en un impermeable oscuro. ¿Hacía frío? Yo no tenía una sensación térmica desagradable, pero tras la tormenta el relente de la noche debía ser fresco, por lo que se deducía de las prendas de abrigo de los tripulantes de la embarcación. El patrullero era bastante grande, así que fletaron una Zodiac que vino en mi busca. Un fornido marinero me alzó hasta que entré en la Zodiac. Cuando el agua se escurrió de mi cuerpo, sentí literalmente que me faltaba el aire. Cubrieron mi cuerpo con una manta termo-aislante, protocolo habitual en los rescates marítimos. Yo pude escuchar el crujido de mi piel al ser despojada de su hidratación. En un momento de pánico, pensé que mi organismo había cambiado para siempre, des-adaptándose a la vida fuera del agua, pero poco a poco me fui calmando, en silencio. No quería que nadie comenzara a hacerme preguntas. Mario me miraba desde el patrullero, anhelante.